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Masones que leen y Masones que no leen. Por Albert G. Mackey

Hace poco tiempo atrás encontré gracias al Quatuor Coronati Correspondance Circle, una traducción al portugués de un texto de Albert G. Mackey ("el de los Landmarks") quien en 1875 presentaba el texto: "Reading Masons and Masons who do not Read", el cual sería publicado en "The Master Mason" en octubre de 1924.

Sus palabras no pueden estar más vigentes aún hoy en día después de más de 140 años desde su primera publicación, teniendo en cuenta que debido a las redes sociales, vemos exponencialmente aumentadas las discusiones sobre qué es la orden, en versiones, aumentadas, amputadas, ecclécticas, malas copias, invenciones raras que distan mucho de demostrar que los miembros están realmente enterados en saber que es realmente la Masonería y que confunden a propios y extraños, principalmente a esos Masones que por las razones a continuación expuestas por Mackey, no leen.

Me di por tanto a la tarea de buscar el texto original, del cual el día de hoy, les entrego mi propia traducción.

Espero que nos pueda servir a todos para reflexión...


Masones que leen y Masones que no leen


Traducido por: Olga Vallejo R.
Vº Ord, Gr. 9, Gran Inspector General del Rito Moderno o Francés
G.M. de la Gran Logia Mixta de los Andes Ecuatoriales
Sup. Com. del Sublime Consejo del Rito Moderno para el Ecuador
Presidenta de la Unión Masónica Universal del Rito Moderno - UMURM.
Miembro del Círculo de Estudios Roêttiers de Montaleau.



Creo que hay muchos masones que son desconocedores de los principios de la Masonería, así como hay hombres de todas las clases que están sujetos a la ignorancia de su propia profesión. No existe un relojero que no sepa sobre los elementos de relojería, ni un herrero que no esté totalmente familiarizado con las propiedades del hierro en brasa.

Subiendo a los más altos caminos de la ciencia, me sorprendería si encontrase a un abogado que fuera ignorante de los elementos de jurisprudencia, o un médico que nunca haya leído un tratamiento sobre una patología, o un clérigo que no sepa absolutamente nada de teología. Sin embargo, nada es tan común como encontrar masones que están en la completa oscuridad acerca de todo lo que se refiere a la masonería. Ellos son ignorantes de su historia, no saben si una producción es actual o si viene de eras remotas en su origen. Ellos no tienen comprensión del significado esotérico de sus símbolos o sus ceremonias y difícilmente entienden sus modos de reconocimiento.

Sin embargo, es muy común encontrar a esos socialistas en posesión de grados elevados y, a veces, siendo homenajeados por altos miembros de la Orden, presentes en las reuniones de las Logias y Capítulos,entrometiéndose en los procedimientos, tomando parte activa en todas las discusiones y persistiendo en el mantenimiento de opiniones heterodoxas en oposición al juicio de los hermanos de mucho mayor conocimiento.

¿Por qué razón suceden tales cosas? ¿Por qué, sólo en la Masonería, debe haber tanta ignorancia y tanta presunción?

Si pido a un zapatero hacerme un par de botas, me dice que sólo corrige y remienda, y que él no aprendió las ramas más altas de su oficio, y entonces honestamente niega el trabajo ofrecido. Si pido a un relojero construir un motor para mi cronometro, él responde que no puede hacerlo, que nunca aprendió a hacer motores, que pertenece a una rama más alta del negocio, pero que si le traigo un muelle listo, puede insertarlo en mi reloj, porque sabe cómo hacerlo. Si voy a un artista con una orden para pintar un cuadro histórico, me dice que está más allá de su capacidad, que nunca estudió o practicó este tipo de detalles, pero que se limitó a la pintura de retratos. Si él fuera deshonesto y presuntuoso, recogería mi petición y en lugar de una imagen, me daría una pintura tosca.

Es exclusivo del masón la falta de modestia. Él está muy apto para pensar que el compromiso no sólo hace de él un masón, sino un masón sabio, al mismo tiempo.

Él también a menudo se imagina que las ceremonias místicas que ocurren en la Orden son todo lo que necesita para hacerle conocedor de sus principios. Hay algunas sectas cristianas que creen que el agua del bautismo de una sola vez lava todos los pecados, del pasado y del futuro.

Por lo tanto, hay algunos masones que piensan que el simple acto de iniciación está seguido por un flujo de todo el conocimiento masónico. Ellos no necesitan más estudio o investigación. Todo lo que ellos exigen conocer ya fue recibido por un tipo de proceso intuitivo.

La gran sociedad de los masones puede dividirse en tres clases.


  1. La primera está compuesta por aquellos que no se iniciaron con un deseo de conocimiento, sino por algún motivo accidental, no siempre honrado. Tales hombres fueron llevados a buscar la admisión o porque era probable, en su opinión, para facilitar sus operaciones de negocios, o para avanzar sus perspectivas políticas, o de alguna otra manera de beneficiarse personalmente. Al principio de una guerra, cientos de masones migran a las Logias con la esperanza de obtener la "señal mística", que le ayudará en el momento del peligro. Con su objetivo alcanzado o no, estos hombres se vuelven indiferentes y, con el tiempo, se encuadran en la categoría de irregulares. De esos masones no hay esperanza. Ellos son árboles muertos con ninguna promesa de frutas. Deje que ellos pasen pues son totalmente inútiles e incapaces de mejora.
  2. Hay una segunda clase que consiste de hombres que son de moral masónica y totalmente opuesta de la primera clase. Estos hacen su solicitud de admisión, acompañado, como el ritual requiere, "de un dictamen favorable de la Institución y un deseo de conocimiento". En cuanto se inician, pueden ver a través de las ceremonias que pasaron, un significado filosófico digno de trabajo de investigación. Se dedican a esta investigación. Ellos obtienen libros masónicos, leen periódicos masónicos y ellos conversan con hermanos bien informados. Se familiarizan con la historia de la masonería. Ellos investigan su origen y su formato actual. Ellos exploran el sentido oculto de los símbolos y absorben la interpretación. Tales masones son siempre miembros útiles y honrados de la Orden y a menudo se convierten en sus luces brillantes. Su lámpara quema para la iluminación de los demás y para ellos, está en deuda la Institución cualquiera que sea la posición elevada que haya alcanzado. No es para ellos que este artículo está escrito.
  3. Pero entre estas dos clases que acabamos de describir existe un intermediario, no tan mal como el primero, pero muy por debajo del segundo, que desgraciadamente está incluido en el conjunto de la Fraternidad. Esta tercera clase consiste de masones que se unieron a la masonería sin objetivos y con tal vez la mejor de las intenciones. Pero ellos no lograron realizar estas intenciones.
Ellos cometieron un error grave. Ellos suponen que la iniciación es todo lo necesario para hacerlos masones y que un nuevo estudio es totalmente innecesario. Siendo así, ellos nunca leyeron un libro masónico.
Traen a su conocimiento las publicaciones de los autores masónicos más famosos y su comentario será que no tienen tiempo para leer. Muestreles una revista masónica de reputación reconocida y pídale que se inscriban. La respuesta es que no pueden pagar, los tiempos son difíciles y el dinero es escaso.
Y, sin embargo, lo que no falta es ambición masónica en muchos de estos hombres. Pero su ambición no está enfocada en la dirección correcta.
E
llos no tienen sed de conocimiento, pero tienen una gran sede para cargos y grados. Ellos no pueden gastar dinero o tiempo para la compra o lectura de libros masónicos, pero tienen suficiente de ambos para gastar en la adquisición de grados masónicos.

Es sorprendente como algunos masones que no entienden las más simples nociones del arte, y que fallaron completamente en comprender el alcance y el significado de la Masonería simbólica, empuñaban los honores vacíos de los altos grados. El Maestro Masón que sabe muy poco del grado de aprendiz masón, desea ser un Caballero Templario. Él no sabe nada y no espera saber nada de la historia de los templarios o cómo y por qué estos cruzados fueron incorporados en la hermandad masónica. La altura de su ambición es usar la cruz templaria sobre el pecho. 

Si entró en el Rito Escocés, la Logia de Perfección no le dará contenido a él, aunque este grado proporcione material para meses de estudio. Él sube con placer, más alto en la escala de clasificación y por esfuerzos perseverantes, él puede alcanzar la cima del rito y ser investido con el grado 33, pero poco ha absorbido de cualquier conocimiento de la organización del Rito o de las lecciones sublimes que él enseña. Él ya alcanzó el auge de su ambición y está autorizado a usar el águila de dos cabezas. 

Tales masones no son distinguidos por la cantidad de conocimiento que ellos poseen, sino por el número de las joyas que ellos usan. Ellos van a dar cincuenta dólares para una decoración, pero no dan cincuenta centavos/céntimos para un libro.
Estos hombres son un gran perjuicio para la masonería. Se les llama zánganos. Pero ellos son más que eso. Ellos son las avispas, el enemigo mortal de las abejas laboriosas. Ellos dan un mal ejemplo para los masones más jóvenes, desalientan el crecimiento de la literatura masónica, distancian a hombres intelectuales, que estarían dispuestos a cultivar la ciencia masónica, a otros campos, que deprimen las energías de nuestros escritores, y ellos rebajan el carácter de la masonería especulativa como una rama de la filosofía mental y moral.

Cuando los profanos ven a hombres que poseen altos grados y cargos en la Orden, que son casi tan ignorantes como ellos mismos sobre los principios de la Masonería y que, si se les pregunta, dirían que ellos sólo ven la masonería como una institución social, estos profanos naturalmente concluyen que no hay nada de gran valor en un sistema cuyas posiciones más altas son realizadas por hombres que profesan no tener conocimiento de su desarrollo.

No debe suponerse que se espera que cada Mason sea un Masón erudito, o que cada hombre que es iniciado deba dedicarse al estudio de la ciencia y la literatura masónicas. Tal expectativa sería tonta e irrazonable. Todos los hombres no son igualmente competentes para captar y retener la misma cantidad de conocimiento. El orden, dice la Orden del Papa es la primera ley del cielo y esto confiesa, que algunos son, y deben ser, más grandes que el resto, más ricos, más sabios.

Todo lo que sostengo es que cuando un candidato ingresa al redil de la Masonería, debe sentir que hay algo mejor en ella que sus simples apretones y signos, y que debe esforzarse con toda su habilidad para obtener algún conocimiento de ese algo mejor.

No debería buscar ascensos a grados superiores hasta que no supiera algo de lo inferior, ni hacerse cargo de un oficio, a menos que previamente hubiera cumplido con cierta reputación de conocimiento masónico, los deberes de un oficio en particular.

Una vez conocí a un hermano cuya codicia por el cargo lo llevó a pasar por todos los niveles, desde el Guardián de su logia hasta el Gran Maestro de la jurisdicción, y que durante todo ese período nunca había leído un libro masónico ni había intentado comprender el significado de un solo símbolo.

Para el año de su Maestría siempre le pareció conveniente tener una excusa para ausentarse de la logia las noches en que los grados debían ser conferidos.

Sin embargo, por sus influencias personales y sociales, había logrado elevarse en rango por encima de todos los que estaban por encima de él en el conocimiento masónico. Estaban muy por encima de él, porque todos sabían algo, y él no sabía nada. Si hubiera permanecido en el fondo, nadie podría haberse quejado. Pero, estando donde estaba, y buscándose él el puesto, no tenía derecho a ser ignorante. Era su presunción lo que constituía su ofensa.

Un ejemplo más llamativo es el siguiente: Hace algunos años, mientras editaba un periódico masónico, recibí una carta del Gran Orador de cierta Gran Logia que había sido suscriptor, pero que deseaba suspender su suscripción. Al asignar su razón, dijo (una copia de la carta está ahora ante mí), "aunque el trabajo contiene mucha información valiosa, no tendré tiempo para leer, ya que dedicaré todo el presente año a la enseñanza". No puedo dejar de imaginar qué maestro debe haber sido ese hombre y qué alumnos debe haber instruido.

Este artículo es más largo de lo que pretendía. Pero siento la importancia del tema. En los Estados Unidos hay más de cuatrocientos mil masones afiliados. ¿Cuántos de estos son lectores? ¿La mitad o incluso una décima parte? Si tan solo un cuarto de los hombres que están en la Orden leyeran un poco al respecto, y no dependieran por completo de lo que conocen en sus visitas a sus logias, tendrían más nociones elevadas de su carácter.

A través de su simpatía, se alentaría a los académicos a discutir sus principios y dar a conocer al público los resultados de sus pensamientos, y las buenas revistas masónicas disfrutarían de una esperanza de futuro.

Ahora, debido a que hay pocos masones que leen, los libros masónicos difícilmente hacen más que pagar a los editores el gasto de impresión, mientras que los autores no obtienen nada; y las revistas masónicas son llevadas año tras año a la Academia literaria, donde se depositan los cadáveres de publicaciones periódicas difuntas; y, lo peor de todo, la Masonería soporta estos golpes deprimentes.

El Masón que lee, aunque sea poco, ya sean solo las páginas de la revista mensual a la que se suscribe, tendrá opiniones más elevadas de la institución y disfrutará de nuevas delicias en la posesión de estos puntos de vista. Los masones que no leen no sabrán nada de las bellezas interiores de la Masonería especulativa, pero se contentará con suponer que se trata de algo así como una Extraña Asociación, o la Orden de los Caballeros de Pythias, solo que, tal vez, un poco más antigua. Tal masón debe ser un indiferente. Él no ha sentado ninguna base para el celo.

Si esta indiferencia, en lugar de controlarse, se extiende más ampliamente, el resultado será demasiado evidente. La masonería deberá renunciar a la posición elevada que a través de los esfuerzos de sus académicos ha estado luchando por mantener, y nuestras logias, en lugar de convertirse en centros de pensamiento especulativo y filosófico, se deteriorarán en clubes sociales o meras sociedades benéficas.

Con tantos rivales en ese campo, su lucha por una vida próspera será difícil. El éxito final de la Masonería depende de la inteligencia de sus discípulos.

Albert G. Mackey

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